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Desarrollar personas para mejorar la Experiencia de Empleado

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Una de las cosas que más preocupan a los directivos es la gestión de personas. Directivos que tienen personas a su cargo y que se dan cuenta de que cada día tienen más y más trabajo, con altos niveles de estrés, hasta tal punto de que se empiezan a desmotivar. De hecho he visto casos en los que ya se dan síntomas del llamado Síndrome de Burnout (quemado) o incluso problemas de ansiedad o cercanos a la depresión.

“Me siento cada vez más cansado/a”, “antes me gustaba mi trabajo, y ahora lo empiezo a detestar”, “trabajo muchas horas, pero tengo la sensación de que no hago nada”, “ya no soy creativo/a” …

Esto, en mi opinión, viene de que muchos responsables de equipos se toman las personas a su cargo como otro problema más que tienen que gestionar, como otro recurso, otra máquina, otro fondo financiero. Gestionar personas lo sienten como si fuera un carro cargado hasta los topes del que hay que tirar. No se dan cuenta que las personas crecen, se pueden desarrollar, pueden hacer cada vez más. Y ese carro puede ir casi solo, sin que haga falta empujarlo, solo necesitará leves indicaciones sobre la dirección correcta.

Las empresas, me atrevería a decir que todas, quieren crecer, de una u otra manera, expresándolo en sus objetivos. Vender más, más rentabilidad, más cuota de mercado, más clientes, más gama de producto… Por tanto, para los mandos directivos, hacer crecer a la empresa siempre va a estar entre sus objetivos, entre sus funciones. Ello se traduce, generalmente, en que tienen que hacer crecer sus áreas, sea como sea que esto se entienda: más ventas, productividad, eficiencia, innovación.

Y yo estoy cada vez más convencido de que esto solo se puede conseguir haciendo crecer a la gente que tienen a su cargo. No es una opción, es su responsabilidad, su obligación. Si su gente no crece, el área no crece y, por consiguiente, él o ella no están haciendo bien el trabajo que les ha encomendado su organización.

He oído comentarios del tipo “a las 8, cuando se van, es cuando empiezo a trabajar…”. De lo que no son conscientes es de que parte muy importante de su trabajo son las personas, desarrollar personas. Parece que no nos damos cuenta de que nuestro día solo tiene 24 horas. Parece que no nos damos cuenta de que si yo tengo a 10 personas que colaboran conmigo, no tengo 24 horas, tengo 240 horas disponibles… Y ya lo sé, estoy exagerando, pero si te crees que tú lo puedes hacer todo solo/a, 80 horas siempre van a ser más que 24. Y si a esas 80 horas le sacas un buen partido, serán infinitamente más valiosas, más productivas.

Para eso hay que implicar a la gente, hay que desarrollarla, ayudarla a crecer, y si somos capaces de hacer esto estarán motivados, muy motivados, porque a las personas nos gusta crecer, aprender, ser cada vez más autónomos y valiosos.

El desarrollo humano, desde que nacemos, es una continua búsqueda de la autonomía, ser cada vez más capaces. Porque en el mundo que nos movemos, hoy día, se requiere de mucha más materia gris; la nuestra y, muy especialmente, la de nuestros colaboradores.

Os voy a contar una vivencia personal por si os sentís identificados.

Cuando yo tenía mi empresa, al principio muy pequeñita, los socios lo hacíamos todo, diseñar el proyecto, venderlo, planificarlo, ejecutarlo, etc. En el caso de la consultoría tenía mucho que ver con “darle a la tecla”, escribir informes, realizar estudios, etc. Cuando la empresa empezó a crecer, comencé a darme cuenta de que cada vez “trabajaba” menos. Quiero decir, cada vez le daba menos a la tecla, llegaba el final del día, después de echarle 14 horas y tenía la sensación de que no había hecho NADA. Lo “único” que hacía era reunirme con la gente, contestar dudas, hablar por teléfono… El sentimiento de frustración era tremendo. Hasta que me di cuenta de que ese, y no otro, era mi trabajo, eso era trabajar ahora. Ya no tenía que hacer, mi trabajo era “hacer que los demás hiciesen”.

Pero no es sólo esto, un tiempo después me di cuenta de que no sólo era mantener a la gente ocupada, hacer que hiciesen, supervisar, corregir. Si no que mi trabajo tenía que ir más allá, para hacer crecer la empresa de verdad, era imprescindible que estas personas volasen solas, que no me necesitasen, o que me necesitasen lo menos posible. Y para ello hay que enseñarles de verdad, hay que permitirles que tomen sus propias decisiones, hacer las cosas a su manera, equivocarse, aprender, en definitiva…

Y eso requiere una nueva manera de dirigir personas, enfocada al desarrollo personal, ya no tanto decir cómo se hace, supervisar, si no acompañar, crear el espacio adecuado para que se fomente este crecimiento. Escuchar y preguntar. Ya no importan nuestras respuestas, importan sus soluciones, sus conclusiones, acompañar para que aprendan a tomar las mejores decisiones. Es un trabajo difícil pero apasionante. Es lento, pero muy fructífero y satisfactorio. Y del que podemos aprender mucho si estamos abiertos a ello. Y esta es la única manera de que nosotros, como líderes, también nos desarrollemos.

Y precisamente este es el antídoto al miedo que tienen muchas personas que dirigen, “y si desarrollándolos tanto me adelantan”, “y si saben más que yo y los ascienden a ellos”, “y si ya no me necesitan…” En el proceso tú también vas a aprender, tú también te vas a desarrollar. ¿Qué organización puede prescindir de una persona que desarrolla así a su equipo, que hace que su área crezca de tal manera, que nutre a la organización de gente tan valiosa, que se dedica a cosas más importantes que corregir el trabajo de otros…? y si en la tuya no te lo valoran ya sabes, habrá miles que sí lo harán, personas que dirijan así por desgracia no abundan.

En mi opinión esta es la mejor y más sostenible forma de conseguir el objetivo de nuestra organización, crecer. Como organización, como área, como jefes y sobre todo, como personas.

Es un camino de incertidumbre, una aventura, atrévete, confía, desarrolla y desarróllate!

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