Las relaciones entre empleado y empleador se parecen, en cierto modo, a las relaciones de amistad. Nos encontramos en muchas ocasiones que mientras existe armonía, entendida como una relación de paz, concordia y entendimiento entre dos o más personas, de acuerdo con alguna de las acepciones de la palabra en el diccionario, las cosas fluyen, entre otras muchas razones, porque las partes se sienten comprometidas para que esto suceda. La construcción de una buena relación se basa en la confianza y el respeto mutuo y la vinculación afectiva durará tanto como se puedan mantener estos valores.
Dentro de las organizaciones sucede algo parecido. Como destaca la encuesta Great Place to Work nos sentimos ligados a un proyecto en la medida en que confiamos en el modo de dirigir de nuestros líderes, se nos trata de manera equitativa, sentimos el respeto y apoyo de la dirección, existe sentimiento de compañerismo y podemos mostrar orgullo por nuestro trabajo y de pertenencia a la organización. Esto es lo que permite distinguir a unas empresas frente a otras como excelentes lugares para trabajar. En los procesos de desvinculación de las personas con respecto a sus compañías, las organizaciones pueden actuar también como un best work place y ser un referente en experiencia de empleado, facilitando la transición de los profesionales a otras empresas en las que continuar su desarrollo o mostrarse hostiles y cancelar “la amistad” de manera beligerante o, en el mejor de los casos, con indiferencia.
Pudiera parecer que, una vez la persona o la organización han tomado la decisión de finalizar su relación, la responsabilidad acerca del futuro profesional le corresponde al que ha de ganarse las habichuelas en ese supuesto. Sin embargo, prácticamente todos los modelos que nos hablan de una buena experiencia de empleado consideran como uno de los parámetros de medida, las acciones que la organización emprende “antes” y “durante” la relación que establece con los profesionales, pero no con menor peso los compromisos que asume “después” de esta vinculación.
Hace más de treinta años que muchas empresas practican la colaboración en el proceso de recolocación o outplacement de sus empleados, si bien una gran mayoría adolece de prácticas como ésta que tanto pueden contribuir a un bien social como a desarrollar una buena marca como empleador. Se podría argumentar que esto es cosa de grandes empresas o multinacionales pero la realidad es que no es patrimonio de nadie y que todas las organizaciones, independiente de su tamaño, podrían dedicar parte de sus recursos a maximizar su experiencia de empleado.
Hoy en día existen un buen número de consultoras especializadas en echar una mano a las empresas en este tipo de cometido por lo que no hay excusa para propiciar que, una vez ha finalizado una etapa de armonía entre empleado y empleador, se pueda facilitar el paso a otras relaciones armónicas futuras. Esto depende del papel que las organizaciones quieran jugar, si bien es probable que aquellas que se quieran posicionar como buenas empresas para trabajar practiquen una experiencia de empleado completa.