Durante la vida laboral de cualquiera hay etapas, la experiencia de empleado varía, hay ciclos, inicios, finales, circunstancias laborales, momentos vitales que hacen de este largo viaje una montaña rusa. A veces se sube, otras se baja, en ocasiones es suave y divertida, otras veces hay caídas en picado, o necesitamos bajarnos y cambiar de atracción. Por eso mismo el estado de la persona durante el viaje varía, estado del que no siempre somos conscientes, y que a las empresas o a sus líderes, les importa y mucho. La fórmula para conseguir y mantener a las personas comprometidas está en generar una buena experiencia de empleado.
El estado ideal para el individuo y la empresa es el compromiso. Nos comprometemos con aquello que nos importa, y nos importa aquello a lo que damos valor. Valorar el trabajo que cada persona desempeña va a depender de diferentes factores, entre ellos está la habilidad que tenemos para desempeñar nuestro cometido. Tengo las competencias que necesito para tener éxito en el desempeño de mi puesto, además siento que el salario que percibo es adecuado a mis responsabilidades y mi contribución, me gusta el lugar en el que trabajo, el espacio y las personas que me acompañan, siento que encajo en la empresa, siento que comparto los valores con los que se rigen los comportamientos que he de actuar, son los míos propios, de manera que no necesito un disfraz para ir al trabajo cada día. Cuando todas estas circunstancias se dan, la experiencia de empleado resulta muy satisfactoria, el compromiso aparece y por lo tanto la motivación para realizar las tareas de la mejor manera posible cada día. La persona con compromiso se convierte además en una embajadora de la marca, hablará bien de su empresa, la recomendará en sus conversaciones personales o digitales, mostrando el tan anhelado orgullo de pertenencia.
Sin embargo, si alguna de estas circunstancias no se da en su justa media, si la experiencia de empleado no está siendo satisfactoria, y esto es relativo en cualquier caso, dado que la medida justa para uno no tiene por qué serlo para otra, entonces no habrá compromiso, sino cumplimiento. Como dice el gran Mario Alonso Puig, estaremos en un estado de cumplimiento, en el que cumplo y miento. Cumplo con mis obligaciones por otros motivos, quizás porque necesito el salario cada mes, o porque tengo miedo, o porque me resigno, o por rutina pura, el caso es que cumplo, ahora bien, también miento. Miento porque no hay compromiso real, pongo buena cara, o no tan buena, disimulando en mayor o menor medida la falta de compromiso y por lo tanto de motivación, de manera que no se puede esperar que dé lo mejor de mí en el día a día laboral. Esta situación es perjudicial para la empresa, y también lo es para la persona que se encuentra así, dado que se irá alejando poco a poco de la sensación de bienestar pudiendo derivar a la larga en estados de ánimo depresivos, o conductas agresivas, o simplemente la sensación de no saber qué nos sucede, cuando lo que sí se sabe es que no estamos bien. La deriva laboral del estado de cumplimiento es variopinta; desidia y bajo rendimiento, enfermedad y absentismo, ausentismo, errores, mal clima entre compañeros y compañeras, repercusión en la vida familiar, etc.
¿Te has planteado en qué estado te encuentras? ¿Te has preguntado en qué estado se sitúan las personas de tu empresa o equipo? ¿Cómo puedes mejorar la experiencia de empleado en tu empresa? ¿Te gustaría tener una vida laboral o una empresa en la que prime el compromiso? ¿Qué puedes hacer tú para tener y potenciar el compromiso? ¿Qué soluciones existen para salir del estado de cumplimiento?
Te invitamos a compartir tu caso, tus inquietudes, dudas o certezas, para encontrar juntos nuevos caminos en la mejora de la experiencia de empleado y así, hacia el tesoro del compromiso personal.