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El efecto «espejo cóncavo» en las organizaciones

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Últimamente me encuentro en muchas sesiones de Coaching Ejecutivo, tanto con mandos intermedios como con altos directivos, con la poca consciencia que tienen sobre sus actos. Y no me refiero a las consecuencias de sus decisiones, que generalmente sí es algo que se analiza en profundidad y genera atención. Si no las consecuencias de sus actos, de sus comportamientos y actitudes cotidianas.

Por eso me vino a la mente la imagen de los espejos cóncavos, aquellos en los que la imagen virtual que forman se ve más ampliada que la real. Por ejemplo los que encontramos en los baños para afeitarse o maquillarse.

Y digo esto porque las personas que dirigen las empresas deben ser conscientes de que todo lo que hacen está siendo observado constantemente por los miembros de su organización. Por eso decimos, entre otras cosas, que se educa más con el ejemplo que con la palabra.

Estoy harto de decirle a mi gente que me llamen para lo que quieran, que estoy disponible para ellos las 24 horas del día” esto me lo ha dicho más de uno y de una.

¿Qué es lo que ven sus colaboradores? Que no pasa por la oficina, que no se reúne con ellos, que cuando lo hace es de pie, o a toda prisa, o mirando el ordenador/móvil/reloj, que no le contesta a los mails o llamadas o que cuando lo hace es excesivamente breve o apurado… Detente, siéntate con ellos, que salga de ti preguntarles si necesitan algo, si tienen algún problema, cómo les va. Que se note que ayudarles a hacer su trabajo es una prioridad para ti. Así se hace creíble la afirmación “soy accesible”, con el ejemplo, no repitiéndola mil veces, entre llamada y llamada, entre fuego y fuego. De hecho la paradoja está en que si lo haces así, por arte de magia, los fuegos se reducen drásticamente, porque tus colaboradores necesitan orientación.

Y el caso no solo es que sean observados continuamente, sino que lo que hacen se magnifica: con quien hablas, como hablas, tono, cara, si sonríen o no. Si cumplen o no los procedimientos de calidad. Si gritan o no. Si castigan el error. Si fomentan la participación, las ideas de sus colaboradores. Si agradecen los esfuerzos. Si se felicita por el trabajo bien hecho o solo se critican los fallos. Todos estos actos u omisiones cotidianas, todos los comportamientos están continuamente siendo observados y magnificados. Por eso las personas directivas deben medir muy bien sus actos, sus palabras, sus tonos, porque lo que hagan se va a magnificar.

Recuerdo hace años cuando una discusión absolutamente trivial con uno de mis socios devino en menos de tres días en la absoluta certeza dentro de la empresa en que nos íbamos a separar y en qué áreas de negocio nos íbamos a quedar cada uno. Cosa que por supuesto nunca ocurrió.

Este efecto tiene mucha importancia porque es el responsable en gran medida de la creación de la cultura de las organizaciones. Si la persona que crea un negocio es austera, trabajadora, enfocada 100% al servicio al cliente, así será toda su empresa. Siéndolo, no diciendo a los demás que lo sean. Si se les dice a los colaboradores que sean austeros pero la persona en la dirección es derrochadora, esa organización nunca será austera. Si el equipo directivo colabora y están coordinados unos con otros, en esa organización unos departamentos cooperarán con los otros y estarán bien coordinados. Se me ocurren dos ejemplos de dos organizaciones muy conocidas, Inditex y el Banco Santander, como las personalidades de sus fundadores marcaron la personalidad de sus organizaciones.

Así que piensa bien lo que haces porque te estarán observando

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